Lasso no servirá más de punching-ball… – 4pelagatos

El affaire de la superintendencia de Bancos, que resulta de la pésima elaboración de la terna, fue una metida de pata suntuosa por parte del Ejecutivo. Pero por las carambolas que provocó constituye, al mismo tiempo, un punto de quiebre en el gobierno de Guillermo Lasso.
En lenguaje morocho se puede decir que Lasso se hartó. La decisión de este domingo, rodeando de policías la Superintendencia de Bancos, es una clara respuesta a los asambleístas que, desconociendo el fallo de una jueza, crearon un hecho cumplido y desafiaron al Ejecutivo. 70 asambleístas creyeron que esta decisión pasaría como carta al correo, Se equivocaron: Lasso puso fin al juego sin reglas al que se libra la Asamblea en dirección suya.
Desde que llegó al poder, hace casi 15 meses, el presidente ha sido objeto de ataques y atentados por parte de la Asamblea. Se podrá decir que así es la democracia. Pero no. El ejercicio democrático, también el de la oposición, no incluye conspiraciones y abiertos intentos de sacar del poder al presidente.
¿Y cuántos van? Los operados por Leonidas Iza y el correísmo desde la calle. Y, desde la Asamblea, un grosero informe sobre los Pandora Papers que incluía una “conmoción interna” que solo existió en los deseos de los mentalizadores de ese golpe fallido. Y luego vino la aplicación del artículo 130, pretextando otra vez “grave conmoción social y política y sumó 80 votos, de los 92 requeridos: Unes, Pachakutik, parte de la ID y algunos independientes -Virgilio Saquicela en primera línea- se juntaron en ese intento.
¿La obstrucción necesita ser demostrada? La elaboración de una ley es el marco perfecto para poner sobre la mesa diferencias ideológicas o programáticas. Ese no es el caso de esta Asamblea. El presidente ha hablado de asambleístas que han tratado, a cambio de votos, de extorsionar o pedir al gobierno que ayude a cambiar sentencias. El hecho cierto es que los proyectos de ley del Ejecutivo han terminado engavetados, destrozados, negados o archivados.
Saquicela completa el panorama desolador. Tras haber votado para echar a Lasso del poder, con fraude incluido, y haber cambiado con el correísmo, el PSC y los tránsfugas de la ID y de PK, las vicepresidencias de la Asamblea, envió una carta al presidente proponiéndole dialogar. ¿Alrededor de qué proyectos de ley? No indicó uno solo. Pero entretanto dio paso a una nueva Ley de Comunicación mordaza, se prepara con su concurso la derogatoria de la Ley Tributaria y el correísmo y sus aliados -el PSC en este caso- avanzan implacablemente hacia la captura del Consejo de la Judicatura. Su misión es cambiar jueces para anular los juicios de Correa, sus panas y sus socios.
¿Cuántos goles encajó Francisco Jiménez, ministro de Gobierno, víctima de un espejismo que le hace sumar como suyos los goles que le meten? En ese marco, se produjo el caso del Superintendente que llegó a la terna como relleno. Así se entiende ese acuerdo y por eso le reclama Aparicio Caicedo en el audio que circuló.
Y esta Asamblea, que ha hecho méritos suficientes para que su popularidad compita con el grosor de una alfombra, saltó sobre la ocasión. Y quiso sorprender al Ejecutivo posesionando al Superintendente de Bancos, cuando ya el país sabía que Lasso no lo quería, que Raúl González llegó a ese cargo con irregularidades y conflictos de interés y que la jueza había ordenado al Cpccs enviar otra terna. Lasso lo hizo. Posesionar a González fue un desafío innecesario cuando estaban en curso algunos procesos que podían haber ayudado a esclarecer legalmente el panorama; incluso solicitando zanjar el entuerto a la Corte Constitucional.
En los hechos, el presidente Lasso pone un pare a la Asamblea. Y no hay cómo excluir que, en esta etapa, el gobierno o sus aliados demanden a los 70 asambleístas que, a la luz del proceso que sigue el Cpccs, desconocieron el fallo judicial.
Lasso introdujo un elemento de poder para replantear la relación con la Asamblea. Pone fin a los nexos ambivalentes que mantenía Jiménez con una Asamblea de la cual el presidente no espera nada. Desconocer al Superintendente, militarizar el ingreso a su oficina, muestra que, sin consensos políticos en los temas fundamentales, la relación entre esos dos poderes seguirá dependiendo de actos de fuerza. Lo nuevo es que el presidente Lasso comunicó a la Asamblea que no le servirá más de punching-ball.
Foto: Presidencia de la República.
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