¿Ministro de gobierno o de ficciones? – 4pelagatos

Francisco Jiménez, ministro de Gobierno, apenas estrenado, desapareció. Y desapareció habiendo incinerado la credibilidad tan necesaria en su cargo y que seguramente perdió apenas fue elegido asambleísta, en 2021. Entonces dijo ser partidario de revisar los casos de los correístas y, se entendió, acordar con ellos en aras de la estabilidad institucional. Es lo que hizo apenas se instaló en el Ministerio, pues cerró los ojos sobre lo que hicieron sus representantes en la audiencia del juez de Manglaralto que concedió el habeas corpus a Jorge Glas. Ese juez procedió sin objeción alguna del Ejecutivo que él representa.

Jiménez, como ministro de la política, encara en primera línea, un problema que es contemporáneo -global, cultural y político- y que enfrenta la democracia liberal al populismo autoritario y, a veces, patriotero. Jiménez no plantea así su tarea. No son alternativas lo que busca para ganar el mano a mano político a esa corriente: es componer con el correísmo que es en Ecuador el representante de ese problema. Y él cree que negociando con Correa y sus asambleístas, superará los cuestionamientos que su presencia electoral crea a los demócratas del país.

Jiménez parte de realidades mal explicadas conceptualmente. Componer con el correísmo es, para él, taponar la fractura que tiene la sociedad ecuatoriana. En realidad, la fractura política (que se sustenta en reales problemas sociales y culturales) es la razón de existir del populismo. La necesita; la aúpa. Componer con él, no resuelve los problemas. Sencillamente entra en su juego y convierte el desafío estratégico de defender y renovar sin cese la democracia en movidas deplorables de coexistencia, insignificantes ahora y letales en el tiempo.

El ministro Jiménez ya cayó en esa trampa y hasta tomó prestado el lenguaje del correísmo. Sin entender que sus contradictores colonizaron espíritus precisamente creando una narrativa, mediante un lenguaje que vació de su significado universal las palabras que les convenía. Resulta, por ejemplo, que aquellos que se oponen a su sistema político y económico, aquellos que les hicieron frente, no actuaron porque creían en la democracia, patoja si se quiere e imperfecta sin duda: actuaron por odio. Y Jiménez dice -como si la sociedad fuera una escuela de piadosos y la política un catecismo- que hay que poner fin a la “agenda de odio”. ¿Es decir, renunciar a disentir con aquellos que convirtieron la democracia en un sistema autoritario, concentrador del poder y cleptocrático? ¿Realmente Jiménez cree que los demócratas del país tienen como programa de vida “odiar a los correístas”? Inaudito.

El error no es solamente conceptual: es profundamente político. Porque la democracia supone tolerancia, pero implica competencia. Y la tarea con el correísmo no está en convertir la fotografía electoral, que para ellos se ha ido desdibujando tras el apogeo que tuvieron, en un dato estructural e inalterable. La tarea de un ministro demócrata es, precisamente, imaginar nuevas formas, creativas y radicales, de ejercer el poder y de suscitar adhesiones ciudadanas por encima de sus adversarios. Mejor, por encima de los enemigos de la democracia.

Para eso tiene que animar, con el gobierno al cual sirve, políticas que den contenido y mejoren la calidad de vida de los ecuatorianos. No se necesita odiar a los correístas; simplemente recordar lo que hicieron en el gobierno, mostrar el despilfarro y corrupción que gestionaron y el sinsentido que representa combatir la pobreza repartiendo bonos eternos que convierten a los ciudadanos en clientela electoral de sus líderes. Batallar contra el correísmo y otros populismos desde el gobierno es demostrar, con hechos, que la democracia mejora la vida de los ciudadanos.

El ministro Jiménez no está en esa vía. Él ha creado una ficción: es posible llegar a acuerdos con el correísmo cediendo en principios y creyendo en promesas que cada día desmienten con sus actos. Por ejemplo, que no quieren alzarse con el Cpccs. En el fondo, Jiménez, como Jaime Nebot y otros populistas, componen con el correísmo porque quieren equilibrar fuerzas dentro del statu quo. No les piensan ganar porque regenerar esta democracia patoja no los desvela. Y esa es la agenda, no el supuesto odio.

Foto: Presidencia de la República. 

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