Por una cruzada nacional contra la violencia – 4pelagatos

El asesinato de María Belén Bernal es un hecho pavoroso y sobrecogedor. La Policía, según el ministro del Interior y sus responsables, va a operar cambios estructurales para paliar falencias e irregularidades y establecer un nuevo pénsum de formación en la Escuela de Policía donde ocurrió esta desgracia. Esto mientras la Fiscalía instruye el caso y pone a la disposición de los jueces al autor y a sus cómplices por acción u omisión.
La sociedad, al parecer, no hará nada. Nada, al margen de este relativamente nuevo deporte que se ejerce con enorme virulencia: se trata de dar muestras, directas y fehacientes, de lo que podría llamarse insurgencia emocional activa. En ese deporte compiten las sectas que pueblan las redes sociales. Estriba en hacer creer que se es más empático con una causa -digna de ser defendida- en la medida y solo en la medida en que los miembros de estas tribus traten con dureza inconmovible y sorna matadora a todos aquellos que se expresan por fuera de sus cánones y no usan su jerigonza. Esas sectas desparraman irracionalidad como si ese fuese el principal atributo que expresa su identidad.
Ese deporte se suma a lo que parecía ser, hasta ahora, el principal deporte nacional: diagnosticar sin cese desgracias, bloqueos y problemas que el país arrastra. Cada día, casi con pasión, se esgrimen los componentes del “ser-ecuatoriano” y se habla de esos factores históricos, étnicos, culturales… (la lista puede ser generosa) que militan en contra de cualquier posibilidad y expectativa de cambio. Como si los dados de la suerte, ya lanzados, no pudieran arrojar algún resultado diferente a lo que impone el destino. O la fatalidad.
Así, esos dos factores (diagnosticar sin cese y ahora insurgirse emocionalmente en redes) constituyen los dos pasatiempos de muchos de aquellos que dicen estar seriamente preocupados por la realidad del país. ¿Qué cambian? Nada. Su deporte consiste en guerrear cada día por entrar en el top tres de las tendencias y aumentar el número de likes.
El asesinato de María Belén Bernal plantea una realidad dolorosa, integral y nacional que no se solventa endosando todas las culpas a la Policía Nacional. Mujeres asesinadas o violentadas hay en todo el país, los casos se extienden al conjunto de la sociedad y atraviesan todas las regiones, estratos, condiciones sociales, nivel educativo… Ese problema está diagnosticado y creer que la insurgencia emocional lo cura, es soñar con los ojos abiertos.
La solución a esa desgracia -a las lacras contra la mujer y demás en el país- no avanzarán de un ápice con plantones o acciones de cancelación en las redes sociales. ¿Es necesario manifestar en la calle? Sin duda. Pero esa acción no basta. Las soluciones requieren no solo políticas públicas sino estrategias para llegar al conjunto de la sociedad. Estrategias cuya herramienta central es la acción pedagógica.
Las sociedades para renovarse necesitan cambiar de mentalidad. Sólo así se puede aspirar a forjar nuevas actitudes. Ecuador necesita, con urgencia, una verdadera cruzada contra la violencia intrafamiliar que afecta a mujeres y niños. Y contra la violencia, en general. Esas acciones merecen verdaderas movilizaciones nacionales en escuelas, universidades, familias, empresas, medios de transporte… En todo el espacio público en general. En ellas se deben involucrar el gobierno nacional, los gobiernos seccionales, partidos, asociaciones, colectivos sociales, cámaras de la producción, medios de comunicación… Nadie debería quedarse al margen.
Por supuesto, siguiendo el ejemplo de las democracias maduras, no se necesitan campañas moralizadoras. No sirven. La culpabilización no funciona como mecanismo de pedagogía social. El trabajo de escarmiento lo hacen fiscales y jueces al probar que no hay margen alguno de impunidad para los autores y cómplices de delitos (como los cometidos contra María Belén). Se necesitan campañas que sean disruptivas, atrapen la imaginación y sean fáciles de ser transmitidas por los mismos ciudadanos. Campañas que inciten al cambio y muestren las inagotables bondades de usar la razón y la palabra en vez de los golpes.
Foto: El Telégrafo.
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