¿Y de las mujeres en Irán quién se acuerda? – 4pelagatos

En Irán están ocurriendo cosas extraordinarias y no todos las están viendo ni celebrando como deberían: el poderoso aparato de comunicación y activismo de los movimientos que  dicen ser progresistas en Occidente no está muy contento con lo que está pasando y prefiere no hablar mucho del tema.

Una  potente movilización de mujeres está sacudiendo las entrañas del régimen teocrático y autoritario que, durante 46 años, las ha privado de  sus más básicos derechos: no pueden cantar en público ni montar en bicicleta ni fumar ni tener una cuenta en el banco o viajar sin el permiso de su esposo. Y si tienen derecho al voto es casi imposible que una mujer pueda ser candidata por el sistema de selección que existe. Ni siquiera tienen derecho a ser juezas ni a estudiar si pertenecen a una minoría no islámica.

La ola de protestas se desencadenó a raíz de la muerte bajo custodia policial de Mahsa Amini, de 22 años, anunciada el 16 de septiembre. Ella había viajado desde Kurdistán con su familia a Teherán, donde un equipo de la Patrulla de Vigilancia, que se ocupa de que los iraníes cumplan las normas islámicas en la calle, la detuvo en un parque alegando que no llevaba bien puesto eh hijab. Las súplicas de su hermano para que le dieran una simple advertencia fueron desechadas y Amini fue obligada a subir a un  camión y llevada a una comisaría. Tras conocerse la noticia de su muerte, la televisión estatal iraní difundió unas imágenes de circuito cerrado de televisión en las que se veía a Amini desplomándose sobre una silla y cayendo al suelo. La policía de Teherán dijo que sufrió un «fallo cardíaco». Su familia acusó a las autoridades de haberla golpeado y encubierto, afirmando que no tenía problemas de salud.

Desde que se produjo el episodio de Amini, miles de mujeres han salido a las calles para sacarse el hijab en público y muchas de ellas los queman en piras que se montan en las calles. Los policías o vigilantes de la moral prácticamente no pueden hacer nada: la población se ha unido a las mujeres e impide que éstas sean detenidas.

Los manifestantes quieren, básicamente, que se anulen las leyes que imponen el hijab obligatorio para todas las mujeres a partir de los nueve años, o que su uso sea voluntario. Las normas islámicas estipulan un «chador» -un manto negro que envuelve el cuerpo de la cabeza a los pies- o abrigos largos y holgados y pañuelos bien atados en la cabeza. Las leyes entraron en vigor tras la revolución de 1979, cuando el clérigo exiliado, el ayatolá Ruhollah Jomeini, regresó a Irán y derrocó al Sha prooccidental.

Muchas mujeres y activistas en Irán se sienten abandonadas por los movimientos que se hacen llamar progresistas y por un sector del activismo feminista occidental. Esta gesta, que es tremendamente relevante en la historia del país y de la lucha por los derechos de las mujeres, no ha tenido, ni de lejos, el eco mundial que tuvieron campañas como el Black Live Matters o #MeToo.  ¿Por qué? Lo que sucede, sostienen, es que el progresismo políticamente correcto se eriza ante las críticas al Islam. Los movimientos que se dicen progresistas tienen un enfoque identitario que hace que lo que ocurre en países islámicos sea considerado exclusivamente como un fenómeno cultural. Eso significa que, oponerse a la obligatoriedad del uso de hijab, sea considerado como una expresión de islamofobia, algo que desde la corrección política es inaceptable. Ahora, además de la islamofobia, algunos movimientos que se califican como progresistas hablan incluso de la «hijabfobia», sin considerar que hay miles de mujeres que se lo quitan y lo arrojan al fuego como parte de su lucha en contra de la opresión del gobierno iraní.

En otras palabras, los derechos que se consideran universales en Occidente, como el de la libertad de elegir de las mujeres, dejan de ser universales  y se convierten en rasgos culturales que no se deben cuestionar. Por ejemplo, The Guardian, un periódico idolatrado por la corrección política, ha publicado notas argumentando que el hiyab no tiene «nada que ver con la opresión», sino que es una prenda que significa «autoestima». La izquierda occidental, asimismo, prefiere mirar a otro lado cuando el centro de la crítica son los regímenes autoritarios que desafían a la hegemonía política de EEUU o Europa.

El rostro de la frustración del movimiento de mujeres en Irán es la periodista iraní Masih Alinejad, que vive desde hace 10 años en Nueva York bajo estricta custodia, pues se sabe que los fanáticos religiosos de Irán quieren matarla. Alinejad considera que su causa, que es la de millones de mujeres iraníes, ha sido traicionada por los liberales o progresistas en EEUU, entre ellos muchas feministas, que callan ante las violaciones de los derechos humanos en Irán: «No hablan sobre Irán porque creen que defender a las mujeres de allá es promover la islamofobia». Para las feministas y activistas progresistas occidentales, los valores occidentales de libertad no son universales. Cuando quienes los reclaman tienen otro color de piel, entonces ya no cuentan porque son factores culturales. «Al calificar a las políticas discriminatorias como parte de nuestra cultura, están insultando a nuestro pueblo»: lo dijo en 2020 en una entrevista. Alinejad también sostiene que gran parte del periodismo en EEUU, alineados con la corrección política y el llamado progresismo, la critican y marginan porque consideran que con sus críticas a la obligatoriedad del hijab está promoviendo la islamofobia.

Mientras que los manifestantes iraníes se enfrentan a la corriente regresiva y antiliberal del Islam político, muchos movimientos que se abanderan del feminismo y los derechos humanos se alarman y acusan de islamofóbico a cualquiera que se atreva a hacer un comentario crítico sobre esa religión. Incluso, si se observan las redes sociales en Ecuador, se podrá ver que cuando hubo el tema de Black Live Matters o Me Too, había mucho más activismo de esas causas que ahora con lo que ocurre en Irán.

La corrección política y el llamado progresismo, como se ve con el tema de Irán, ha convertido al debate sobre los derechos humanos en un ejercicio hemipléjico: solo mira dónde no se comprometen sus postulados.

Foto: TvAzteca

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